Mientras aguardaba en la sala de espera del consultorio de mi terapeuta, me entretuve hojeando una de las tantas revistas de moda estrafalaria, relojes caros, cocinas hiper equipadas, autos archi sofisticados...en fín...todas pelotudeces que uno nunca podría llegar a comprar, pero que endiabladamente se empeñan en mostrarnos como símbolos de status. Como si la felicidad dependiera de lo que podés mostrar, y del grado de admiración que arrancás de los demás... Mucha cáscara. Y cada vez menos contenido...
"Pertenecer tiene sus privilegios", rezaba el slogan de la tarjeta platinada... Y en ese preciso momento, se abrió la puerta del consultorio, y una vez más, como todos los jueves, la otra platinada, la cincuentona elegante, siempre tostada de cama solar, impecablemente vestida de la cabeza a los pies, esta vez enfundada en un más que sobrio impermeable de color negro, raudamente emprendía el camino hacia la puerta de calle...
-Buenas noches...
Nada. Apenas una mirada por sobre el hombro.... Continuar leyendo