La película era de amor. Una comedia romántica, más precisamente. En ella, el protagonista encontraba la felicidad fuera de su tiempo, fuera de su espacio. La vuelta a la realidad lo sorprendía, lo condenaba al desamor y a la tristeza de haber perdido lo que más deseaba... Sin embargo , el destino le reservaba una última oportunidad. Quizás era posible cambiarlo. El final, abierto, le daba paso a la esperanza...
Frente a la pantalla, Carlos se esforzaba por contener el llanto. Luchaba, luchaba, hasta que se dejó vencer. Primero fue una lágrima solitaria, corriendo lentamente sobre su mejilla. Luego llegarían la segunda y la tercera. Mariela, al advertirlo, lo abrazó bien fuerte. Como queriendo protegerlo. Y lo contuvo. Y lloraron juntos un rato largo. Y los besos fueron salados. Dulces y salados. Inolvidables...

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