Acepté la propuesta. Qué podía perder, más de lo que ya había perdido hasta ahora? De última, mataría un recuerdo... Con mi alma lo pensamos bien, y convinimos en que una mancha más, nada le haría al tigre...
-Flaco...dame lo que me prometiste...
-Pará, pará... No tengo un mango...
-No, boludo...el teléfono de Mariana...
-Ja ja ja... Sabía que ibas a venir al pie...
La llamé. Al principio fuimos dos extraños. Su voz, idénticamente igual a la que recordaba. Me preguntó cómo había dado con ella, y le expliqué todo...detalle por detalle. Al cabo de una breve charla, le sugerí la idea de vernos personalmente. Dudó. Bastante. Pero accedió, finalmente. Quedamos en vernos un viernes, a la salida de su trabajo.

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