"Quien esté libre de pecado, que arroje la primera piedra"
Yo, por las dudas, no me agacho a levantar ninguna. No vaya a ser cosa que me tiente y... No. Dios hay uno solo y tiene mucho trabajo. Dejémosle hacer que Él sí sabe...

Desde el Papa para abajo, pasando por sus equivalentes de las otras religiones, y llegando hasta el peor de los pecadores de la tierra, de los cielos y de los infiernos, todos, absolutamente todos, somos medianamente conscientes de que, en mayor o menor medida, tenemos algo de que avergonzarnos. Les explico:
Así como nos reconocemos virtuosos en las actividades que desarrollamos y en la manera con que nos relacionamos con nuestros pares, también debemos asumir que en la cuenta del Haber deberíamos colocar todos aquellos ítems por los que nos sentimos en falta, y que tantas veces escondemos debajo de la alfombra. Yo los llamo "nuestras pequeñas miserias". Y en esta descripción incluyo a todas. El tamaño que le asignemos no deja de ser un elemento subjetivo, y, en última instancia, será idénticamente proporcional a la piedra en el zapato del caminante: algunas son tan grandes que hacen muy difícil, o casi imposible, el caminar; otras son apenas perceptibles, pero no podemos ignorar que joden. Y cómo joden..!

A modo de romper el hielo y, sin que ello implique una conducta recíproca de parte de ustedes, queridos lectores, voy a abrir el juego y contarles apenas dos de "mis pequeñas miserias". Lo hago por dos motivos: reconocer que tengo debilidades por resolver y comprometerme públicamente a tratarlas. Ellas son:
* Tuve un infarto y sigo fumando. Si bien cada quien es libre de decidir cómo quiere vivir o morir, cuando esta decisión afecta de manera directa a terceros, ya deja de ser un tema netamente personal: mi hija menor, Agustina, ve esta situación con mucho temor y me lo ha manifestado. Depende entonces de cómo encare el tema. Desde mi egoísmo o desde su tranquilidad.
* Padezco de un trastorno que yo mismo bauticé, sin tener conocimientos ni psicológicos ni científicos, como el SIA (Síndrome de Intermitencias Afectivas), que se caracteriza por "pincharme" en el amor: a un enamoramiento fugaz y apasionado, le sobreviene una etapa de "adormecimiento sentimental", que ya me ha llevado a des-integrarme(1) con personas que, habiéndose "jugado" en cada una de las relaciones, no fueron correspondidas por mí de la misma manera, o con la misma intensidad.

Les considero miserias porque causan o han causado dolor a quienes no lo merecían. Y porque a pesar de ser consciente de esta situación, poco hice para solucionarlo. Al contrario. Creo que con el paso del tiempo hasta he aprendido a convivir con ellas, aceptándolas como algo natural, como componentes de la vida que me tocó vivir, y sin esforzarme en buscarle una solución a lo que provoca o provocó malestar a personas inocentes.
Les propongo entonces, mortales amigos, jugar a que somos capaces de revertir cada una de las situaciones por las que nos sentimos "miserables". Si indagamos apenas (y no es necesario hacerlo con demasiada profundidad) vamos a ver que existen un sinnúmero de "cositas pendientes" a las que, si les dedicamos la atención que la circunstancia requiere, podemos mejorar nuestra vida y las de los que tenemos cerquita. Vale la pena, entonces, hacer este pequeño esfuerzo. Por nuestro bien y el del que tengo a mi lado. Por amor a la Tierra o por amor a Dios. En definitiva, por amor.

Georgie
(1) Acepción en la que, quien se des-integra, termina lamentablemente desintegrado.
Las dos primeras ilustraciones pertenecen a Alejandra Salgado.